domingo, 1 de mayo de 2011

La niña sin sombra


Cuentan que una vez nació una niña plena de luz, a la cual la sombra le faltaba.

Ella lloraba y lloraba pues quería ser perfecta, normal como la gente que la rodeaba.

Se sentía dividida pues en la naturaleza todo tenía esa dulce oscuridad dentro del día,
quería encontrarla, hacerse su amiga, conocerla, jugar con ella, deseaba verla.

Trató incluso de subir a los árboles y abrazarse para arrancársela.

Solo consiguió heridas, mientras luchaba por ser mejor,
mientras luchaba, activa, sin darse cuenta de que era una huida.

Se esforzaba, se esforzaba tanto, que toda esa luz se fue atenuando.

Y lo único que vino fue la culpa, ahora ni brillaba, ni la sombra se vió nunca.

Tan cansada yacía en el bosque que solo pudo descansar quieta toda la noche...
y en un profundo sueño entró, donde pudo rendirse y toda búsqueda abandonó.

Se relajó ahí tumbada dejando marchar la esperanza de cambiar nada.

Por la mañana al salir el sol miró la naturaleza, los pájaros y despertó.

Todo era perfecto tal y como estaba sucediendo
y ella formaba parte de ese todo, de ese universo.

Allí mismo se dió cuenta de que la pureza ya era suya, ya estaba ahí
lo único que la estaba desapreciando debido a su actividad febril.

Tan solo hizo falta aquietarse un momento para obtener lo que en el interior yacía dentro,
conectó con la naturaleza de su ser, la misma que siempre fuera pudo ver.

Trascendió la dualidad, la dualidad de la luz y la sombra,
apreció la unidad de la esencia, que es una y es toda.

Agradeciendo se puso de pié y caminó,
en el camino dándole la mano, a su sombra descubrió.

Soltó una carcajada y se rieron, ahí  mismo a su lado
se dio cuenta de que el buscador mismo era lo buscado.

EL BUSCADOR MISMO ERA LO BUSCADO.


Beatriz B.C

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